Lactancia prolongada. Vivir los sueños exige contar hasta diez muchas veces
Autora: Encarni Gonzalo, Pediatra Especialista en Atención primaria
En mi nuevo centro de salud los conocí con 22 meses cumplidos. Gemelos, duendecillos traviesos, divertidos y felices refrescaban la consulta como un ciclón de vida. Se enganchaban al pecho de su madre con la espontaneidad y el arte que sólo conocen los protagonistas de las lactancias maternas prolongadas.
Tras la vacunación de los 4 años con la enfermera, que generalmente les da más besos que pinchazos, pasaron a mi despacho llorando desconsoladamente, los dos a la vez. Ama se sentó y como único remedio a los sollozos desabotonó su camisa. Acomodándose cada uno en una pierna, cogieron el pecho con las manos al tiempo que mamaban buscando consuelo y cobijo.
Milagrosamente, se hizo el silencio que nos permitió charlar con la seguridad de poder entendernos sin necesidad de repetir palabra alguna. Llegó en momento de iniciar la exploración física, ninguno de los dos mostraba indicio alguno de despegarse de la madre. Ella experta conocedora de la situación dijo, dirigiéndose a uno de ellos:
[testimonial from=»fggfd»] gfdgfds[/testimonial]
– Venga Mikel, contaré hasta tres y dejamos la teta.
Adivinando que no tenía otra opción balbuceó como pudo, sin soltar el pecho:
– ¡Ama, no, ama no, hasta diez, cuenta hasta diez!