Amamantando a June y Marc
Siempre tuve claro que me gustaría amamantar a mis hijos y cuando me enteré de que estaba embarazada de mellizos, no me preocupó especialmente el hecho de que fuesen dos bebés en lugar de uno.
Sin embargo, todo se torció en la semana 24 de embarazo. Una revisión ginecológica rutinaria reveló que tenía el cuello de útero borrado. Ese mismo día, ya en urgencias, descubrimos que también tenía contracciones que anunciaban un parto inminente. El objetivo pasaba a ser, de repente, aguantar el máximo tiempo embarazada. Una semana más tarde, se fisuró una de las dos bolsas amnióticas. El estrés y la incertidumbre que rodearon a mi embarazo desde aquel momento me impidieron preparar la llegada de Marc y June en condiciones. Cuando crucé la bendita barrera de las 32 semanas, una amiga me habló de la posibilidad de alquilar un sacaleches doble a la Liga de la Leche para poder estimular mi producción de leche mientras Marc y June estuviesen, previsiblemente, en la incubadora. Me pareció una muy buena idea y, ese mismo día, contacté con una de las monitoras de la Liga de la Leche quien, amablemente, me reservó un sacaleches doble para cuando naciesen mis txikis´
Casualidades de la vida, Marc y June llegaron al día siguiente, en la semana 33+1 de gestación. Tuve la suerte de tener un parto natural para ambos. Nacieron con 1890g y 1840g respectivamente, pero sin ninguna otra complicación y en apenas 3 semanas nos los pudimos llevar a casa. Empecé a estimular la producción de leche desde el mismo día en el que nacieron los peques, cada 3 horas y sin saltarme ninguna ´toma´y, en una semana, alcancé el litro de producción diaria. Los constantes ánimos y asesoramiento por parte de una de las asesoras de la Liga fueron clave en este proceso. Mis hijos, pese a estar ingresados en neonatos, se alimentaban exclusivamente de mi leche utilizando para ello biberones convencionales. Con su peso y prematuridad, no tenían fuerza para engancharse al pecho.
Cuando June y Marc alcanzaron los dos kilos de peso, nos dieron el alta médica. Ya en casa, los primeros días transcurrieron rapidísimamente… entre biberones, sacaleches, pañales y llantos. Estaba tan acostumbrada al sacaleches que necesité una semana para darme cuenta de que podía aspirar a deshacerme de él y dar de mamar directamente a mis hijos. Tuve la suerte de contar con mucha ayuda: una de las monitoras de la Liga de La Leche se desplazó hasta mi casa para ayudarme con los problemas de agarre y posturas de los bebés. Además, fue capaz de identificar una infección en un pezón de la que yo no era del todo consciente.
Encontré también mucho apoyo en el grupo de lactancia de mi ambulatorio…gracias a unas matronas muy motivadas a las que acudí cada día durante un par de semanas.
Finalmente, en un par de semanas, me lancé a eliminar del todo los biberones y el sacaleches. Afortunadamente, mis hijos siguieron ganando peso a buen ritmo y lo siguen haciendo hoy en día, cuando llevamos ya más de 5 meses de lactancia materna exclusiva.
Mentiría si dijese que he disfrutado de la lactancia desde el primer momento. Hace falta mucha motivación y disciplina para vivir con dos bebés enganchados al pecho. Sin embargo, conforme han ido pasando los meses, las cosas se han vuelto más fáciles: los txikis maman con mucha rapidez y a menudo en tandem. Ahora soy yo la que disfruta de los momentos de intimidad cuando puedo estar con un solo bebé al pecho 🙂
Desde aquí me gustaría animar a todas las amatxos con bebés prematuros y/o embarazos múltiples a que no desestimen la opción de dar el pecho a sus enanos. Con un poco de motivación, disciplina y la colaboración de personas que, como las asesoras de la liga de la leche, ofrecen su ayuda de forma desinteresada es posible establecer una lactancia exclusiva y duradera en el tiempo.